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Lorena S. Gimeno

Epístolas del recluso y la herida #13

Anteriormente en Epístolas del recluso y la herida

Cada uno desde su cama, Jean y Calista han aprendido gracias a los personajes más cercanos a ellos lo que es la maternidad, la paternidad, y lo que les espera en el futuro. Jean quiere pensar en nombres para el bebé porque sabe que de esta forma ya no será un término tan abstracto y será más real, un verdadero punto de unión entre ambos. ¿Querrá Calista avanzar este nuevo paso? ¿Qué opinará de los pensamientos de Jean sobre su cuerpo?

Hospital Marina, 23 del V del año 1

Para papá Jean:

He leído tu última carta mojándome los pies en el mar. El agua aún está fría pero sienta muy bien salir al exterior. No hay nadie cerca porque ya es de noche y Lena me protegerá de todo mal, así que no te preocupes por mí ni por la posibilidad de que sea una espía, que es la futura esposa de tu hermano.

Tengo una enorme lista de posibles nombres que pensaba mandarte aunque no hubieras sacado el tema (me ha gustado que hayamos pensado en lo mismo), pero la verdad es que me gustaría ser un poco tradicional y, si es un niño, ponerle el nombre de tu padre, y si es una niña ponerle el de tu madre. No quiero nada que me recuerde a mis padres, y creo que estarás de acuerdo conmigo en esto.

En cuanto a mis estudios en el instituto público… Fue una promesa que le hice a mi abuela antes de que muriera. Me dijo que debía ver el mundo tal y como era, desde la calle, desde el barro si hacía falta, y que un colegio privado de señoritas solo iba a meterme más en la concha de oro en la que me tenían mis padres. Sin embargo, el estar rodeada de gente corriente y moliente hizo que me diera cuenta de que yo no tenía cabida en un mundo así, y me sumí en mis propias fantasías, pensando siempre que todo era perfecto. Y lo cierto es que no quiero ser así nunca más. Le prometía a Nana Lily que me enfrentaría al mundo real y me gustaría hacerlo y ser capaz de sonreír como antes viendo lo más bello del mundo tal y como es, no como me lo imagino. También quiero enseñarle a nuestro bebé lo bonito que es el mundo y que, aun con sus crueldades, siempre se puede seguir adelante.

Por cierto, ¿cómo se llaman tus padres? Ni siquiera conozco tu apellido aún porque tus cartas vienen siempre con el número de celda.

El verano se acerca y empiezo a tener calor por las noches. A veces incluso, como tengo mucha intimidad, me permito quitarme la bata y me quedo mirando mi enorme barriga, grande y redonda como una pelota de playa. Lena me ha dado una crema para tener la piel más flexible que, después del embarazo, hará que mi estómago vuelva a su forma original. Así que me paso horas y horas masajeándome la barriga, cosa que parece gustarle a nuestro bebé porque deja de darme patadas y se remueve dentro, como si le cantara una nana silenciosa. Mi ombligo ha desaparecido por completo y, da igual como me ponga, me cuesta verme los pies. Es verdad eso de que poco a poco noto que los pechos se me hacen más grandes, pero Lena dice que aún es pronto y puede que se deba en parte a que aún no me he desarrollado por completo como mujer.

Para evitar los dolores, que últimamente son punzantes y profundos en ocasiones determinadas, Lena me ha preparado una tabla de ejercicios de suelo pélvico, respiraciones y demás. Dice que todas mis emociones pasan al bebé como cuando como, así que mi deber es relajarme, escuchar música, meditar y tener una vida sana.

Esta misma mañana he cogido en brazos un bebé por primera vez en mi vida. Era un niño cuya madre ha dado en adopción, pero está a cargo del hospital hasta que el centro de adopción venga a por él. Era un bebé gordito, suave y de olor cálido y dulce. Su cabecita tenía apenas una pelusilla y me ha mirado fijamente con unos ojos tan tiernos que me he puesto a llorar. Últimamente tengo muchísimas ganas de que llegue el momento en el que pueda arrullar a nuestro bebé y cantarle las nanas que me cantaba Nana Lily, mi abuela, cuando me cuidaba mientras mis padres hacían otras cosas. Hace ya cinco años que murió y aún siento su ausencia.

La otra noche me desperté porque creí que había venido a visitarme, pero solo era Lena, que me ha comentado que se hizo enfermera de maternidad para poder ver todos los bebés que ella jamás podrá tener, porque es estéril. Me recuerda cada día la suerte que tengo de poder aportar al mundo una parte de mí que vivirá más tiempo y seguirá esparciendo esa parte de mí por el mundo. Y cuando me dice eso tengo más claro que no quiero que nuestro bebé viva en este país, donde le recordarán de quién es familia constantemente y no podrá ser quien quiera ser, sino el reflejo de la opinión que los demás tengan de él o ella.

No me has dicho qué te parece irnos de aquí e irnos al país de Lena con ella cuando llegue el momento.

Una mamá muy gorda y pesada a la que se le hunden los pies en la arena,

Calista

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