Saltar al contenido
Lorena S. Gimeno

Epístolas del recluso y la herida #10

Anteriormente en Epístolas del recluso y la herida

Calista casi pierde a su bebé cuando ve lo que Jean es capaz de hacer. Jean ha sacrificado todo lo que representa su pasado para enmendar sus errores, por sí mismo y por el futuro que desea tener con Calista.  La felicidad de ella cada vez está más lejos y tiene serias dudas sobre cómo va a sobrevivir con un bebé en un mundo donde es odiada por todos. ¿Podrá el buen doctor Paul ayudarla a ser una buena madre? ¿Podrá Jean ver alguna vez a su bebé?

Prisión Central de la República, 23 del IV del año 1

Querida Calista:

¿De verdad es esa tu barriga? La veo enorme desde la última vez y tú… Yo te sigo viendo preciosa.

Si puede ser, prefiero olvidar lo pasado en los últimos días y tranquilizarnos, por tu bien y por el del bebé. Lo mejor que podías hacer era no darme tu opinión, aunque admito que debería haber pensado más en las consecuencias de mis actos. Me he prometido a mí mismo que, antes de hacer nada, voy a contar el menos hasta cincuenta, porque esto de contar hasta diez no me ha funcionado nunca.

De momento, sigo en la cama del hospital a la espera de que el pecho me cicatrice y, excepto por las noches, me dejan estar desatado y pasear por la sala. Por supuesto, es un sitio sin bisturís, sierras, jeringuillas o cualquier otro objeto punzante o cortante que pueda utilizar para auto-lesionarme. Ahora, al parecer, me están medicando contra la depresión y el alcaide baraja la idea de mandarme a un psiquiátrico. Por supuesto, me he negado porque estar en una habitación acolchada, aunque sea más cómoda, no me permitirá seguir escribiéndote.

Me aburro bastante. Despierto y sigo en la cama, como en la cama, escribo en la cama,… Lo único para lo que me levanto es para pasear o hacer mis necesidades en un orinal atornillado al suelo. Es algo muy humillante porque a veces hay enfermeras y enfermeros delante, así que a veces aprovecho los momentos en los que no hay nadie para hacer lo que tengo que hacer aunque no me apetezca.

La comida es mejor que de costumbre. Hay más variedad por no sé qué de las vitaminas y las proteínas, así que puedo comer ternera y fruta fresca. Además, creo que mi ortografía está mejorando gracias al doctor, que es mucho más culto que el guardia que me ayudaba anteriormente. Pero también es cierto que el doctor no me da tanta conversación. Creo que le molesto.

Últimamente, cuando duermo (con lo que me llego a aburrir duermo bastante durante el día), sueño constantemente con nuestro bebé. A veces sueño que juego con él a pelota o que lo llevo a cazar conejos; o que la veo empezar a hacerse mayor y pasar de jugar con muñecas a comprarse vestidos que me ponen nervioso. Y muchos de estos sueños se deforman y me llevan de nuevo a aquella noche y a todas las atrocidades que he hecho a lo largo de mi vida. Después despierto empapado en sudor, gritando, y la enfermera más cercana termina sedándome.

Al parecer, mi estado de ánimo, mis pensamientos y mis sueños últimamente se deben a la medicación, así que no estoy muy seguro de si he escrito todo lo que pensaba o simplemente he puesto frases sueltas y sin sentido. No dejo de mirar tus fotografías y la ecografía.

Un hombre que divaga drogado y te quiere,

Jean

← Anterior: Capítulo 9 || Siguiente: Capítulo 11→