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Lorena S. Gimeno

Epístolas del recluso y la herida #1

Sinopsis de Epístolas del recluso y la herida

Calista de Mines está en ingresada en el hospital Marina. Hace tres meses unos asaltantes entraron en su casa y mataron a sus padres. Incluso uno de ellos la violó.

Sin embargo, ese día no fue tan fatídico para todo el mundo. Es más, fue el mejor día en años para su país. Pues su padre era un dictador y los asaltantes libertadores. Y esto Calista lo comprende, pero ni ella ni su madre fueron nunca culpables de los crímenes de su padre.

Aun así, esa noche ha dejado secuelas en ella, y la única forma que tiene de olvidar sus problemas es escribir cartas; aunque tenga que ser a uno de los asaltantes.

Hospital Marina, 6 del II del año 1 de la República

Estimado señor 637:

Mi nombre es Calista de Mines y creo que no necesito más presentación que esta. Hace casi tres meses, usted y otros “salvadores” entraron en mi casa y asesinaron a mi padre, más conocido como enemigo de la nación y sanguinario dictador, y a mi madre.

Tras el accidente, ustedes fueron arrestados cuando debieron ser premiados. Ahora nuestro país es libre y realmente siento lástima por su destino. También me gustaría decirle que no presenté cargos contra usted por violarme. Me considero una mujer (porque ahora ya lo soy) que sabe ponerse en la piel ajena y sé perfectamente que si no lo hubiera hecho usted hubiera sido otro hombre. Recuerdo haber escuchado a su superior amenazarlo con la muerte si no cumplía órdenes. La verdad es que si no hubiera hecho aquello seguramente yo tampoco estaría viva ahora.

Dejando a un lado el “hecho”, quiero que sepa que le perdono y he pasado estos casi tres meses buscándolo. Al saber únicamente su número de “rebelde” he tenido muchas dificultades así que disculpe mi demora. Esta carta es simplemente para que sepa que yo estoy bien, para que no se sienta culpable. También es la única forma que tengo de hablar con alguien pues me he quedado sola.

Ahora mismo me encuentro, como he indicado al principio de la carta, en el hospital Marina, al otro lado del país. La habitación que me han proporcionado es cálida y de tonos primaverales. Aquí no están bien vistos los colores invernales o de luto. Incluso escribiendo, me cuesta decirle que estoy embarazada. Esta carta también es para informarle de esto. No sé si habrá visto ya la fotocopia de la ecografía que me han hecho hace poco.

¿Podría saber su nombre? Es lo único que le pido. Paso horas y horas tumbada en la cama del hospital (intentaron asesinarme hace unos días pero pude proteger al bebé) y me siento francamente sola, como seguramente usted también. ¿Cómo es estar en una celda? ¿Cree que estamos en situaciones similares?

¿Cómo se siente ahora que sabe que voy a tener un hijo suyo? Desearía que pudiera meterse en mi cabeza para que supiera lo feliz que soy de estar viva. Este bebé también es mío y cuando supe que lo tenía dentro de mí no me sentí horrorizada ni asustada. Este bebé me ha salvado la vida, usted lo ha hecho.

¿Cree que soy extraña? ¿Cree que es anormal que me sienta así?

Un saludo y disculpe las molestias,

Calista

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