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Lorena S. Gimeno

Epístolas del recluso y la herida #5

Anteriormente en Epístolas del recluso y la herida

Calista de Mines, hija de un dictador ejecutado por el bien del país, está embarazada de uno de sus agresores, Jean (también llamado 637) y ha decidido ponerse en contacto con él mediante cartas.

Por su parte, Jean está cumpliendo condena por sus crímenes de guerra y la noticia de que va a ser padre lo deja aterrorizado. Sin embargo, puede que los recuerdos de Calista sobre esa fatídica noche calmen sus pesadillas.

Hospital Marina, 26 del II del año 1

Querido Jean:

   No te preocupes por mí, estaré bien. He pedido que a partir de ahora nuestras cartas sean urgentes para que nos lleguen muy rápido. Tampoco me importa cómo escribas y no quiero que te sientas mal porque yo escribo así. Lo hago desde pequeña pero creo que puedo escribirte como si te hablara. Aún no me puedo creer que seas tan joven y me cuesta no tratarte de “usted”. Tengo tantas cosas que decirte… Me pareces un chico muy maduro para tu edad, como suelen decirme a veces, como me ha dicho el psiquiatra del grupo de apoyo. Me ha dicho que mi comportamiento puede deberse a que veo mi propia vida “desde fuera”, que huyo del dolor. Puede que tenga razón pero es que siempre he pensado así, mirando las cosas como si no fueran conmigo. Creo que eso me ha hecho bien en realidad, porque si fuera como las otras chicas estaría sola y deprimida y seguramente te habría denunciado tal y como esperabas.

   No te preocupes por mí, en serio. Fue un simple atracador. Iba de vuelta al refugio donde vivía después de haber estado en el hospital por algunos vómitos, es decir, acababa de saber que estaba embarazada. Quiso robarme el bolso y me reconoció como “la hija del cabrón” así que me apuñaló mientras me defendía y le suplicaba por el bebé. Perdí mucha sangre pero ambos estamos bien. Yo fui la que pidió quedarme aquí para sentirme más segura. Tengo mucho miedo de salir a la calle y si miro por la ventana veo gente que me odia por ser hija de tal, que me llama puta y dice por la tele que mi hijo es de mi padre. Así que ya no veo la tele y no miro por la ventana. Lo único que hago cuando no te escribo es leer tus cartas e imaginar un mundo en el que pueda pasear por el parque sintiéndome a salvo.

   Tengo mucho miedo, Jean. Por mí y por el bebé. Lo siento, te he mentido. No estoy bien.

He tenido que dejar de escribir un ratito porque me ha entrado la llorera (el médico dice que es por las hormonas). Ah, sí. Te adjunto una foto mía, ¿vale? Así verás que ya se me nota la barriga. En realidad no debería notarse pero el médico dice que es porque soy muy pequeña y delgada. No me mires mucho a mí, ¿me lo prometes? Estoy tan ansiosa… cada vez como más y más y me paso horas mirando el bultito de mi barriga y pensando en qué será. ¿Crees que me oirá si le hablo? ¿Crees que sabrá lo contenta que estoy de tenerl@?

   Gracias por ser tan sincero conmigo, Jean y perdona que el principio de esta carta no sea tan feliz como quería que fuera.

   ¿Qué más puedo contarte? A ver… Que los médicos de este hospital son muy buenos y confiables. El doctor Paul me hace compañía a veces y fue el que me ayudó a encontrarte. Me dijo que me ayudó para saber cómo era el padre del bebé y así poder “predecir” cómo sería el embarazo. Yo misma te describí un poco porque eres altísimo y fuerte y… bueno, guapo. Le dije como una tonta lo mucho que me gustaría que nuestro bebé tuviera tus mismos ojos. Cuando los recuerdo me viene a la mente el dulce de leche (y me entran muchas ganas de comerlo). Bueno a lo que iba, que el doctor  me ha dicho que lo más seguro es que cuando el bebé crezca lo suficiente no podré moverme mucho y que hará que nazca por cesárea para que ninguno de los dos tenga problemas. Así que dentro de unas veinticuatro semanas tendré una cicatriz finita finita en la barriga.

   A mí también me gustaría que salieras antes de la cárcel (¿hay otra forma de decirlo para que no suene tan feo?) para poder pasar esto juntos. Aunque te siento a mi lado cada día gracias a tus cartas, la verdad.

   Por cierto, ¡no puedo creerme que fueras virgen como yo! No me lo creo. Seguramente no lo recuerdas pero en el instituto las chicas hablaban mucho de ti y de que tendrías siempre un montón de chicas “dispuestas”. Lo siento, seguramente no recuerdas eso. Tú estabas en último año y yo sólo en tercero de secundaria. Casi parece que fue hace años… ¿Tú harías algo diferente si pudiéramos volver atrás? Yo seguramente te habría dicho que me gustabas antes de que te graduaras y “acabara” la dictadura. Esto es tan vergonzoso… Me siento como si te obligara a darme una respuesta. El corazón me late muy fuerte y no puedo esperar a que leas esto, y a la vez no quiero que lo leas y me horroriza pensar que estas palabras se quedarán aquí hasta que la carta se destruya.

Una chica con una vida complicada y confusa,

Calista

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